Lucha contra la Depresión: "Estoy un estado de alerta constante", los desafíos de convivir con este trastorno A.P., de 30 años, fue diagnosticada con esta enfermedad hace siete y contó sobre el miedo

"Trato de hacer una vida normal, después de haber estado en el infierno, pero está el miedo de que en cualquier día malo el monstruo puede volver". A. P., de 30 años, convive con la depresión desde hace más de siete, cuando en el verano de 2014 un psiquiatra le diagnosticó anorexia nerviosa purgativa y depresión. "Disfruto más la vida porque ya toqué fondo. Valoro que estoy viva, cuando tuve a la muerte tan cerca. Sin embargo, también estoy en un estado de alerta constante".

[2022-01-27]

Luego de recibir varias veces atención médica por desórdenes alimentarios y depresión, derivados de una situación de maltrato físico y psicológico por parte de un familiar, a A. P. le diagnosticaron un trastorno bipolar en octubre de 2017. "Fue tras un intento de suicidio. La psiquiatra y la psicóloga me explicaron que la depresión estaba vinculada a los picos bajos de la propia bipolaridad. Cada vez que tenía un episodio de depresión, tenía la necesidad de meterme en la cama y no salir. Es como si cargaras una mochila de un millón de piedras que no te deja avanzar. Tampoco quería salir con mis amigos y no tenía motivación por nada. Solo quería morirme, y autolesionarme me aliviaba", relató.


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"A veces los trastornos mentales conviven entre sí y es difícil dar con un diagnóstico acertado a la primera", afirmó la psicóloga Mara Fernández. "El trastorno alimentario puede ser consecuencia de la depresión, que conllevó a la falta de apetito; o al revés, provocado por la inanición y la falta de energía", agregó.

Según el estudio epidemiológico de salud mental en población general de la República Argentina, elaborado por el Ministerio de Salud de la Nación en 2015, una de cada tres personas presenta un problema de salud mental a partir de los 20 años y los más frecuentes son los trastornos de ansiedad, depresión y los problemas por consumo de sustancias. Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) indicó que la depresión afecta a más de 300 millones de personas en el mundo, es la principal causa de discapacidad, por encima de las enfermedades cardiovasculares o el cáncer, y puede incluso llevar al suicidio, que es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años.

Un trastorno que, en el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, Cecilia Salas, psicóloga y directora ejecutiva de la fundación dedicada a la protección de los derechos de personas con padecimientos psíquicos, Casaclub Baires, señaló como "la otra pandemia", ya que un estudio internacional publicado en The Lancet en 2020 reveló que la depresión aumentó un 28% a nivel mundial con la llegada de la crisis sanitaria.. "Es sumamente preocupante, porque la pandemia por Covid-19 todavía no terminó y afecta a la visión negativa de los que la padecen, de su entorno y de su futuro", agregó Salas.

En el caso de A.P., encontró en el aislamiento social preventivo y obligatorio un resguardo. "Fue una sorpresa, pero no fui consciente de que me afectara. En el momento del encierro sentía cierta estabilidad mental. Llevaba mucho tiempo sin trabajar y, al ver que todo el mundo estaba obligado a parar, desapareció la sensación de culpabilidad. Tenía la obligación de quedarme en casa y no tenía que salir a enfrentarme a la hostilidad del mundo", contó.

"Si entendemos que uno de los síntomas de la depresión es el propio aislamiento, la pandemia liberó en algún punto esa carga que es interactuar con los demás, ya que para una persona con depresión incluso algo cotidiano como levantarse y ducharse es un desafío. Pero, en realidad, lo que hizo fue favorecer al síntoma, dando la excusa perfecta para quedarse adentro, y trajo un mayor deterioro en la capacidad de vincularse", añadió Salas.

Discriminación
"El diagnóstico te acompaña de por vida", destacó A.P., que afirmó haber sufrido discriminación en el ámbito laboral e incluso en centros médicos: "Cuando voy a la guardia porque me duele alguna parte del cuerpo, en varias ocasiones los médicos lo relacionaron directamente con mi trastorno y no me hicieron estudios para ver qué tenía. No ven más allá del diagnóstico y siempre asocian todo a ello".

Salas señaló que esto es frecuente entre los que acuden a la fundación que dirige: "Cuando una persona con depresión va a la salud pública y cuenta algo que le pasa, a veces su palabra es desestimada y se justifican sus dolencias y actos con su patología. Cuentan que son continuamente cuestionados".

También se extiende al ámbito laboral. "Al principio, no decía nada por miedo a que me señalaran, pero después comencé a naturalizarlo. Mi experiencia fue mala: siempre me juzgaron. La última vez trabajaba en un comercio de ropa deportiva y no me renovaron el contrato porque la última semana estuve de baja. Me dijeron que iba a ser por el bien de mi recuperación. Es una frustración constante y entrás en un círculo de autodestrucción porque creés que no servís para nada. Se anula el autoestima y la confianza, y aparecen los miedos y las inseguridades", contó A.P.

"Las personas con un trastorno mental sufren discriminación bajo los estigmas sociales y, como consecuencia, sienten que tienen que mentir en las dificultades que puedan tener. Tratan de mostrar siempre un estado de ánimo alegre y están bajo presión, lo que genera estrés y agrava el cuadro de la depresión", añadió Salas.

Y agregó: "Lo importante es saber solicitar ayuda profesional. La depresión no es un signo de debilidad. Algunas herramientas son promover actividades que se disfrutaban antes del padecimiento, ajustar las expectativas al contexto y a la persona, la actividad física aunque sea una pequeña caminata, y buscar espacios de apoyo social y familiar. Con un tratamiento adecuado y profesionales que acompañen el proceso, mejora su calidad de vida en función de retomar su rutina y sus relaciones".

"Tuve la suerte de que mi círculo de amigos y familia me mostró mucho apoyo, aunque al inicio nadie lo entendía; ni siquiera yo. Ellos se fijan en quién soy de verdad. También me ayudó mucho la psicóloga, y me dio herramientas para aprender a conocerme y entender lo que me pasa", enfatizó A. P.. Y advirtió: "A la mínima que se tenga un pensamiento que pueda ser una señal de alarma, hay que decírselo a alguien. No hay que minimizar ningún sentimiento. La empatía de la sociedad llegará cuando hagan algo por entender y dejen de juzgar y estigmatizar a las personas con trastornos".

Dónde pedir ayuda:

Línea 135: el Centro de Atención al Suicida (CAS) atiende 18 horas diarias (consultar horarios en la web), de forma anónima, gratuita y voluntaria. La técnica que utiliza es la "escucha activa", con intervenciones orientadas a que el consultante hable. La línea es gratis llamando desde CABA o Gran Buenos Aires; y los números (011) 5275-1135 o el 0800 345 1435 son para todo el país.

SOS un Amigo Anónimo: es una asociación sin fines de lucro que desde hace casi cinco décadas ofrece asistencia telefónica anónima y confidencial para personas que transitan alguna crisis emocional. Recibe llamadas por Skype (usuario: SOSUNAMIGOANONIMO). Además, tienen un teléfono de línea: (011) 4783-8888. Son 30 voluntarios que permiten que SOS funcione todos los días de 10 a 19. Se llama y atienden directamente.

Asociación Argentina de Psiquiatras: tienen una web donde facilitan la búsqueda de profesionales expertos. Además, se puede llamar al: (011) 4331 5009.

Hospital Nacional en Red Especializado en Salud Mental y Adicciones Lic. Laura Bonaparte: cuenta con un Comité de Emergencia que realiza entrevistas telefónicas para asesoramiento y contención, atendido por profesiones de salud mental. El teléfono es (011) 4305-0091 al 96, interno 2106. 

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